8 de junio de 2009
El Nuevo Dia
La crisis económica ha provocado que los campamentos de verano hayan experimentado una reducción de hasta 50% en el número de participantes. La situación se traduce en menos réditos para las entidades privadas que organizan estos eventos y más demanda en los programas de recreación que ofrecen los gobiernos municipales, los grupos comunitarios y las iglesias. De acuerdo con Moses Cavazos, a cargo de Camp Puma en Cupey, la matrícula este año ronda los 300 participantes. Hace unos años ese número rondaba entre 600 y 800 participantes. "No es cuestión de política, pero la crisis empezó cuando se cerró el Gobierno en el 2006. Esto se ha reducido una barbaridad", comentó, por su parte, Lilliam Barquín de Consuegra, directora de Camp Mabó/Sound of Music, ambos en Guaynabo y con 47 años en operaciones.
Top of Form 1 ? Luego de meses de planificación y de adiestrar por semana y media al equipo de trabajo que supera las 90 personas, Barquín tuvo que eliminar una decena de sus consejeros -en su mayoría universitarios que ven en los campamentos una fuente de empleo- porque el número de niños fue menor al anticipado. La matrícula de este año, explica Barquín, ronda los 500 participantes, una merma de 10% en relación con 2008. Hace unos años, el campamento que hace honor al cacique taíno Mabó llegó a tener 1,100 participantes. Datos de la Asociación Puertorriqueña de Campamentos indican que cada año se coordinan cerca de 300 campamentos de verano o iniciativas parecidas en la Isla. En promedio, cada campamento emplea hasta 30 personas, lo que supone unos 9,000 empleos directos y otros 25,000 indirectos en la medida en que contratan parques inflables, mantenimiento de piscinas y profesionales de enfermería y primeros auxilios, entre otros. Juan Carlos Consuegra -quien ha decidido emular la iniciativa de negocios de su progenitora- también ha experimentado una baja en el número de participantes en Camp Caguax, en Gurabo. Allí la baja es menos severa, de 110 niños en 2008 a 85 este año.
Experiencia única "Algunas familias cancelaron sus viajes en el verano y decidieron inscribir a sus niños en clínicas de deportes", señaló el también abogado, mientras subraya que ninguna iniciativa enfocada en una sola actividad sustituye la experiencia que brinda un campamento de verano. Según los entrevistados, además de ejercitarse, en los campamentos se aprende disciplina y trabajo en equipo, entre otros principios que Barquín describe "como destrezas para la vida". Según Barquín, quien está certificada por la Asociación de Campamentos de América (ACA), la experiencia de un campamento de verano debe ser parte del desarrollo del niño.
No disminuye la oferta Cavazos -también certificado por la ACA, entidad a la que pertenecen diversos campamentos en la Isla- dijo que pese a la baja no se redujo el programa de actividades, que incluye arte, juegos en grupo, deportes como el soccer, carreras en "go-karts" y el ansiado chapuzón. Esa también es la postura de Barquín, quien señaló que "reinventarse" es la palabra más importante en estos tiempos. En su caso, Camp Mabó/Sound of Music cuentan con una nueva chorrera de nieve sintética para que los chicos hagan "snowboarding", así como un "mini-green" para exponer a los participantes al deporte del golf. Tanto Camp Puma como Camp Mabó, al igual que otros campamentos, continúan con sus matrículas abiertas al presente. También han tenido que recurrir a planes de pago de ser necesario e, incluso, han aceptado niños por menos tiempo que la jornada regular de cuatro semanas.
La aportación de la iglesia Mientras muchos padres no pueden costear campamentos, las iniciativas comunitarias parecen ganar auge. Tal es el caso de la Escuela Bíblica de Verano de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en el barrio Espinosa de Dorado. Ayer, Glorimar Camareno daba los últimos toques a la jornada que comienza hoy y que atiende a 150 niños, un número que ha ido en alza por los pasados tres años. Este año la congregación creó una nueva sesión para adolescentes entre las edades de 12 a 15 años. Según Camareno, quien organiza y dirige el campamento, en éste trabajan 125 personas, todos voluntarios y con distinto bagaje profesional: maestros, médicos, agrónomos y hasta químicos. Ese cúmulo de pericias sirve para diseñar una semana de talleres intensivos, cuyo costo al participante son apenas $4. Camareno explicó que los niños -quienes no tienen que pertenecer a la iglesia para disfrutar de la iniciativa- reciben almuerzo a través del Programa de Comedores Escolares. Mientras, la congregación, donde también hay un parque pasivo, aporta las meriendas, la cena (porque habrá dos sesiones nocturnas) u otra cosa que se necesite. Este año, la Escuela Bíblica de Verano girará en torno al trabajo. Camareno indicó que el tema se escogió antes del anuncio de los despidos en el Gobierno, pero sostuvo que vino bien porque el mensaje a los pequeños girará en torno a la necesidad de prepararse bien y estudiar. "Es una alternativa para ayudar a los padres, aunque dura una semana", dijo Camareno, quien agregó que concluidas las sesiones la mayoría de los niños queda al cuidado de sus abuelos.