Inicio  








  Por el libro
Bookmark & Share

13 de abril de 2009

El Nuevo Herald

Los diabéticos están cada vez más en peligro al dejar pasar visitas médicas, tratamientos con insulina, medicinas y pruebas de glucosa porque han perdido ingresos y seguros médicos por la recesión, según un análisis de Associated Press.

Los médicos han notado una disminución de turnos regulares con pacientes diabéticos, que a veces no regresan a las consultas en lo absoluto. Cada vez más pacientes procuran atención médica subsidiada por el gobierno, o de caridad. Y van a parar a salas de emergencias con mayor frecuencia, según han dicho los propios pacientes y médicos en entrevistas.

La AP encontró que las ventas de los medicamentos más conocidos y otros productos usados para tratar y mantenerse al tanto de la enfermedad han disminuido desde que la crisis económica se aceleró en el otoño pasado. Hay incluso señales de que algunos pacientes están escogiendo inyecciones de insulina en lugar de ciertas píldoras porque las inyecciones son más baratas.

Mientras tanto, el número de diabéticos sigue creciendo. Solamente en el 2007 se diagnosticaron 1.6 millones de personas que la padecen.

También hay personas con otros tipos de males que están disminuyendo su atención médica en medio de la recesión, pero los diabéticos que no fiscalizan cuidadosamente ese mal crónico se arriesgan a grandes complicaciones: amputaciones, pérdida de la vista, trombosis e incluso la muerte.

La frugalidad de ciertos pacientes le cuesta mucho a un sistema de atención médica ya sobrecargado. La factura mensual típica para tratar la diabetes es de entre $350 y $900 para los que no tienen seguro, algo a lo que contribuye el hecho de que hay nuevas medicinas más caras entrando al mercado. La atención de emergencia y cortas hospitalizaciones pueden fácilmente sobrepasar los $10,000 y las complicaciones de extensa duración pueden costar mucho más.

M. Eileen Collins, de 48 años, de Indianapolis, trató de ahorrar en sus medicamentos en el otoño pasado porque su esposo perdió su trabajo y, con éste, el seguro médico. Sin dinero para insulina, suministros de análisis y otras medicinas, Collins pidió muestras gratis y también le dieron algunas medicinas mediante un programa de genéricos de $4 al mes. Pero dejó de tomar la mayoría de sus medicinas y recortó las dosis de insulina a la mitad para estirar su presupuesto.

"De veras no pensé que estaba poniendo mi vida en peligro', dijo Collins. "Pensé que si tenía mucho cuidado con lo que comía me iría bien'. En víspera de Thanksgiving, Collins estaba vomitando sangre y la llevaron a un hospital. Los médicos diagnosticaron desnutrición, anemia y ketoacidosis diabética, una condición grave causada por falta de insulina y niveles elevadísimos de azúcar en la sangre. Estuvo en el hospital una semana.

El cuento no tiene nada de singular.

El doctor Steven Edelman, un endocrinóogo de la Universidad de California en San Diego que opera una clínica gratis con un personal de estudiantes de medicina, ha presenciado en los seis meses recientes un aumento de 30 por ciento de pacientes que procuran medicinas y suministros gratis para diabéticos, que la clínica ha tenido que racionarlos.

Muchos han sido personas enteramente de clase media, pero se han quedado sin empleo, sin seguro y en algunos casos hasta sin casa.

"Entre un tercio y la mitad de esta gente han dejado de tomar sus medicinas', dice Edelman, que también fundó un grupo promotor llamado Controlando su Diabetes (Taking Control of your Diabetes).

La diabetes ocurre cuando el organismo no produce suficiente hormona insulina o no la utiliza eficientemente. La insulina ayuda a convertir el azúcar de los alimentos en energía. Es una enfermedad que se puede controlar monitoreando el azúcar de la sangre, además de haciendo ejercicio, llevando una dieta sana, tomando medicinas y haciéndose análisis con regularidad.

La diabetes sin controlar puede causar fatiga, vista borrosa, orina excesiva, problemas de encías,infecciones y heridas que no se sanan. Después vienen daños a los riñones, al hígado, al corazón y a los ojos. Con frecuencia gran parte de esos daños no se hacen aparentes hasta que la persona tiene una trombosis o un ataque cardíaco.