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  Por el libro
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23 de febrero de 2009

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Washington, 21 feb (EFE).- Por incautos o por "listillos", muchos ricos viven ahora una pesadilla al ver cómo se evaporan sus ahorros en fraudes multimillonarios y comprobar que ni siquiera sus cuentas suizas están seguras.

Las apariencias son importantes en la vida de la "jet set", pero si algo deben haber aprendido las personas con bolsillos profundos en los últimos meses, es que incluso una reputación de oro como la de Bernard Madoff y una fortuna principesca como la de Robert Allan Stanford no son garantía de honestidad.

La segunda lección es que si alguien te habla de una inversión de alta rentabilidad y sin riesgo, lo más probable es que haya gato encerrado.

Tanto Stanford como Madoff ofrecieron a los inversores un lugar a prueba de bombas donde poner su dinero con intereses por encima de los de sus competidores.

Ambos hombres tienen ahora sus activos congelados y sus clientes se preguntan si alguna vez recuperarán los fondos.

Esta semana cayó la pirámide de cartas de Stanford, un multimillonario tejano aficionado a codearse con políticos y deportistas, incluido el futbolista del Newcastle Michael Owen, quien aparentemente se pilló las manos al confiarle dinero propio.

La Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos (SEC, en inglés) acusa a Stanford de vender títulos a plazo fijo conocidos como certificados de depósito con unas tasas de interés "improbables y no justificadas".

Con esa promesa captó 8.000 millones de dólares a través del Banco Internacional Stanford, con sede en Antigua.

La mayor parte de sus clientes parecen ser personas pudientes de América Latina, que colocaron su dinero en dólares en su banco por falta de confianza en las entidades nacionales y para evitar los vaivenes de la moneda local.

Sólo en Venezuela, la filial de Stanford tenía depósitos de entre 2.300 y 3.000 millones de dólares, según las autoridades de Caracas, que la han nacionalizado.

Stanford estableció además un programa de fondos mutuos específicamente orientado a absorber el dinero de clientes ricos y canalizarlo hasta el banco en Antigua.

Con el uso de datos inventados que hablaban de una rentabilidad de dos dígitos durante los últimos años, Stanford recibió inversiones por más de 1.200 millones de dólares en ese programa, según la SEC.

La mentira también permeaba la trama de Madoff, un ex presidente del mercado Nasdaq y filántropo de mil causas que encandiló a los adinerados judíos de Estados Unidos y otros miembros de la aristocracia económica mundial.

Ellos parecen haber perdido buena parte de los 50.000 millones de dólares que en diciembre Madoff confesó haber estafado.

En una reunión con inversores el viernes en Nueva York, el síndico designado por los tribunales les informó de que no hay pruebas de que Madoff comprara acciones con su dinero.

En su lugar, usó una parte para pagar la rentabilidad ficticia a otros inversores y se embolsó el resto.

De la lista de víctimas saltan numerosos nombres famosos estadounidenses, como el director de cine Steven Spielberg, los actores Kevin Bacon y John Malkovitz, y el magnate inmobiliario Mort Zuckerman.

El aristócrata francés Rene-Thierry Magon de la Villehuchet se suicidó tras perder su fortuna.

Que estos presuntos fraudes ocurrieran durante años ha generado críticas contra la SEC por dormirse en los laureles.

Grant Aldonas, ex director de comercio internacional del departamento de Comercio, opina que la culpa no es sólo de las autoridades estadounidenses.

"No hay muchos esfuerzos coordinados para combatir el fraude. Los mercados son globales, pero las agencias reguladoras no lo son", dijo a Efe Aldonas.

Washington ha optado por ejercer toda la fuerza posible en un tercer caso, que le enfrenta contra el banco suizo UBS, al que acusa de ofrecer a clientes estadounidenses "extremadamente ricos" una forma de evadir impuestos mediante la creación de empresas "de fachada" en paraísos fiscales.

UBS ha accedido a pagar 780 millones de dólares en multas, pero se niega a entregar la identidad de los dueños de 52.000 cuentas secretas al fisco estadounidense, que le ha demandado en un tribunal de Florida.

No son, en fin, buenos tiempos para los multimillonarios, excepto en Zimbabue, donde con una inflación de casi el 100 por ciento por día todo el mundo tiene suficientes billetes para empapelar la casa.